Un espacio para la re-flexión y re-construccion del rol masculino.

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domingo, 27 de enero de 2008

Aportes de los Estudios de G�nero en la conceptualizaci�n sobre Masculinidad

Aportes de los Estudios de G�nero
en la conceptualizaci�n sobre Masculinidad
Autores:
Ps. Alejandra L�pez G�mez
1
Dr. Carlos G�ida
2
Introducci�n.
uienes escribimos esta comunicaci�n provenimos de una intensa trayectoria en el
campo de la Salud y G�nero, con especial �nfasis en Sexualidad, Salud
Reproductiva y Derechos.
Ante la invitaci�n de presentar un art�culo en esta publicaci�n, y dada la amplitud
del campo propuesto – Masculinidad y Feminidad -, hemos decidido orientar nuestro
aporte al foco de la construcci�n socio-hist�rica de masculinidades, y a su relaci�n con
las pr�cticas sexuales de mujeres y varones. Las teor�as de g�nero alumbran de manera
singular este campo de estudios, ofreciendo herramientas conceptuales y metodol�gicas
que posibilitan una comprensi�n compleja del significado social del ser mujer y del ser
var�n en cada cultura.
Esperamos que estas l�neas aporten en la discusi�n de una tem�tica tan sustantiva para
la producci�n de conocimientos, para la intervenci�n profesional, as� como para la
comprensi�n de cada sujeto singular.
Movimientos y Producci�n de Conocimientos.
as primeras conceptualizaciones sobre g�nero (del ingl�s gender) datan de la
d�cada del 50 cuando los psiquiatras y psicoanalistas Money y Stoller
distingu�an los conceptos de sexo y de g�nero. Este �ltimo era definido como los
comportamientos esperados para una persona en funci�n de su sexo biol�gico. A
partir de investigar el proceso de construcci�n identitaria en ni�os con trastornos en la
definici�n de su sexo biol�gico, postularon que el n�cleo de la identidad de g�nero
(definido como el sentimiento �ntimo de ser mujer o de ser var�n) se construye en los
primeros tres a�os de existencia y es previa a la diferencia sexual.
Los valiosos aportes de Money y Stoller
3
en la conceptualizaci�n sobre el g�nero, han
contribuido en la elaboraci�n de conceptos complejos, que dieran cuenta de sus
m�ltiples dimensiones.
1
Alejandra L�pez G�mez es psic�loga universitaria con especializaci�n en Estudios de G�nero y Salud. Docente de
la Facultad de Psicolog�a de la UDELAR y Coordinadora de la C�tedra Libre en Salud Reproductiva, Sexualidad y
G�nero de dicha casa de estudios.
2
Carlos G�ida es m�dico con especializaci�n en Estudios de G�nero y Salud. Docente de la Facultad de Psicolog�a
de la UDELAR y Coordinador de la C�tedra Libre en Salud Reproductiva, Sexualidad y G�nero de dicha casa de
estudios.
3
Stoller, R: “Sex and Gender” EEUU, 1960
Q
L
Page 2
La d�cada de los 60', fue un momento de inflexi�n en la construcci�n de estos
conceptos. D�cada caracterizada por la enunciaci�n de las diferencias sociales, pol�ticas
y �tnicas, se estructura en torno a la aparici�n y/o desarrollo de movimientos sociales,
acad�mcios y pol�ticos de alto impacto.
Importa mencionar como los m�s
significativos: los movimientos de mujeres, el movimiento de negros en EEUU, los
movimientos indigenistas en Latino Am�rica, el movimiento gay y l�sbico, el
movimiento hippie, el Mayo Franc�s y los movimientos guerrilleros en el llamado
Tercer Mundo. Nos importa detenernos en el papel que jugaron los movimientos de
mujeres, y en especial el movimiento feminista en su aporte a nuevas
conceptualizaciones. La denominada segunda ola del Feminismo (ubicada hacia la
mencionada d�cada) jug� un papel central en la visualizaci�n de la desigualdad de las
mujeres como sujetos de derecho. A las luchas iniciadas con el comienzo del siglo por
los derechos sociales y civiles de las mujeres, se colocaba ahora sobre la mesa el
derecho de las mujeres a controlar su cuerpo (derecho al placer sexual, derecho a la
anticoncepci�n, derecho al aborto, derecho a no ser discriminada por su orientaci�n
sexual). La identificaci�n y lucha por la conquista de estos derechos, ser�n un moj�n
muy importante en lo que hoy denominamos derechos sexuales y derechos
reproductivos. La misma se sustentaba en uno de los principios �ticos del Feminismo
que enunciaba que “la experiencia personal es pol�tica”, colocando en el debate
p�blico aquello que hasta entonces parec�a ser s�lo del orden de lo personal y lo �ntimo.
Importa recordar que fue hacia esta d�cada que se inicia la comercializaci�n de la
p�ldora anticonceptiva como el primer m�todo que permitir� a las mujeres no s�lo
controlar su fecundidad, sino tambi�n depender de s� mismas para el ejercicio de este
control. As�, los anticonceptivos orales ser�n luego concebidos como un instrumento
que aporta al proceso de autonom�a de las mujeres.
Al mismo tiempo, acad�micas feministas introduc�an en la producci�n del conocimiento
la condici�n de la mujer como campo espec�fico de estudios. Se articulaba as� un
movimiento social y acad�mico al servicio de darle voz a las mujeres, reafirmando la
necesidad de ser habladas y pensadas desde y por s� mismas. Surgen los Estudios de la
Mujer, como un campo interdisciplinario de investigaci�n y producci�n de nuevos
conocimientos y heterog�neo en sus herramientas te�ricas y metodol�gicas. Su foco de
cr�tica: la concepci�n antropoc�ntrica y faloc�ntrica de la ciencia; su propuesta: la
necesidad de generar nuevos paradigmas desde los cuales construir conocimiento.
Asimismo, cumplieron con el importante papel de relevar y describir la situaci�n de las
mujeres en diferentes contextos y �mbitos.
Feijoo
4
sostiene que "desde sus inicios, las estrategias y metodolog�as montadas por los
Estudios de la Mujer han tenido como objeto hacer visible lo que se mostraba como
invisible para la sociedad. Ello se revel� �til en la medida en que permiti� –y a�n
permite-desocultar el recinto en el que las mujeres hab�an sido social y subjetivamente
colocadas; desmontar la pretendida "naturalizaci�n" de la divisi�n socio-sexual del
trabajo; revisar su exclusi�n en lo p�blico y su sujeci�n en lo privado; as� como
cuestionar la ret�rica presuntamente universalista de la ideolog�a patriarcal"
Ya hacia comienzos de los 80' -en el mundo industrializado- se producen nuevos
avances en las conceptualizaciones sobre la construcci�n de lo femenino y lo masculino.
4
Feijoo, M.del Carmen: “De los Estudios de la Mujer a los Estudios de G�nero han recorrido un largo camino” en
Las Mujeres en la imaginaci�n colectiva.A. M. Fern�ndez (comp.), Ed. Paidos, 1992
.
Page 3
Es la d�cada de surgimiento de los primeros estudios sobre masculinidad (EEUU,
Inglaterra, Canad�, Suecia). Los Estudios de G�nero se�alar�n una l�gica incluyente del
an�lisis sobre la construcci�n cultural de la diferencia sexual. La confluencia decisiva
de acad�micas/os de distintas disciplinas de las Ciencias Humanas y Sociales permitir�
desarrollar teor�as de g�nero. Desde la perspectiva de Scott
5
, el g�nero "pasa a ser una
forma de denotar las construcciones culturales, la creaci�n totalmente social de ideas
sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de referirse a los
or�genes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de hombres y mujeres.
G�nero es, seg�n esta teor�a, una categor�a social impuesta sobre un cuerpo sexuado."
En una definici�n de mayor complejidad, Scott (1988) se referir� al g�nero diciendo
que:
"El g�nero es un elemento constitutivo de las relaciones sociales fundadas sobre las
diferencias percibidas entre los sexos; y el g�nero es un primero modo de dar
significado a las relaciones de poder. (…) Como elemento constitutivo de las relaciones
sociales fundadas sobre las diferencias percibidas, el g�nero implica cuatro elementos:
1� - Los s�mbolos culturalmente disponibles que evocan representaciones simb�licas
2� - Los conceptos normativos que ponen en evidencia las interpretaciones de los
s�mbolos, que se esfuerzan para limitar y contener sus posibilidades metaf�ricas
3 � - La construcci�n a trav�s del parentesco, la econom�a y la organizaci�n pol�tica
4� - La construcci�n de la identidad subjetiva
Y culmina "el g�nero es un primer campo, a trav�s del cual, en el seno del cual, o por
medio del cual, el poder es articulado."
En la definici�n desarrollada por Rubin
6
define el sistema sexo-g�nero como: "Conjunto
de disposiciones por el cual la materia prima del sexo y la procreaci�n humanos es
conformada por la intervenci�n humana y social, y satisfecha en una forma
convencional por extra�as que sean algunas de las convenciones.”
Mientras que T. de Barbieri
7
(1994), define el sistema sexo-g�nero como "conjunto de
pr�cticas, s�mbolos y representaciones, normas y valores sociales que las sociedades
elaboran a partir de la diferencia anatomo – fisiol�gica y que dan sentido a la
satisfacci�n de los impulsos sexuales, a la reproducci�n de la especie humana y, en
general, a los relacionamientos entre personas"
Como puede observarse, hemos referido a definiciones sobre g�nero y sobre sistema
sexo-g�nero que provienen desde diferentes miradas disciplinares y que responden –a su
vez- a distintos momentos hist�ricos. De todas maneras, importa subrayar que la nutrida
producci�n en torno a este campo se genera en las �ltimas d�cadas, siendo los distintos
aportes confluyentes desde su diversidad en la construcci�n de un nuevo enfoque de lo
femenino y lo masculino.
Hablar de lo masculino y lo femenino desde una perspectiva de g�nero implica realizar
una primera afirmaci�n: las culturas construyen los modos de “ser mujer” y de “ser
5
Scott, J: “El g�nero, una caategor�a �til para el an�lisis hist�rico”, Ed. Alfons el Magnanim, Valencia, 1990
6
Rubin, G: “El tr�fico de mujeres: notas sobre la econom�a pol�tica del sexo”. Nueva Antropolog�a N� 30, 1986
7
de Barbieri, T: “Certezas y malos entendidos sobre la categor�a de g�nero”, en Estudios de Derechos Humanos IV,
Ed. IIDH, Costa Rica 1995
Page 4
var�n”. Al decir de Simone De Bouvoir “la mujer no nace, se hace”. Podr�amos
extender la misma idea hacia la construcci�n del var�n: no nace sino que se hace.
Y nos construimos como mujeres y como varones en un complejo entramado cuyos
hilos refieren a aspectos socioculturales, hist�ricos, pol�ticos, econ�micos, familiares.
La idea de oposici�n y complementariedad de lo femenino y lo masculino forma parte
de la construcci�n del pensamiento dualista de la cultura occidental. L�gica dualista que
ha asociado lo femenino con la pasividad y la afectividad, mientras que a su
"contraparte y complemento" masculino lo ha asociado a la actividad y la raz�n.
En Plat�n se vislumbra la diferencia de valor entre lo masculino y lo femenino. Mujeres
y varones son capaces de realizar las mismas funciones en la polis, pero los varones
hacen pr�cticamente todo mejor a excepci�n de lo que Plat�n descalifica en su
importancia, o sea las tareas vinculadas a lo dom�stico:
" Conoces alguna profesi�n en la que el g�nero masculino no sea superior al
femenino?, pregunta Plat�n a Glauc�n. Y el mismo se adelanta a responder"No
perdamos el tiempo en hablar de tejido y de confecci�n de pasteles y guisos, trabajos
para los cuales las mujeres parecen tener cierto talento y en los que ser�a
completamente rid�culo que resultaran vencidas"
8
. Esto introduce una diferencia de
valor, una relaci�n jer�rquica (superior – inferior), donde lo femenino es valorado
negativamente.
Una visita a los pensadores de este siglo, posibilita el an�lisis de las diferencias
atribuidas a hombres y mujeres desde argumentos fundamentalmente esencialistas
Georg Simmel, soci�logo y fil�sofo de principios de siglo XX, se encuentra en medio
del debate iniciado por el movimiento feminista alem�n y alega que la mujer se
encuentra inmersa en su feminidad, de manera centr�peta e intr�nseca. Por el contrario,
la masculinidad aparece como centr�fuga, por lo cual el var�n depende de su v�nculo
con la mujer para afirmarse como tal. Rupturista y convencional, Simmel se mueve en
la ambig�edad de favorecer la liberaci�n de la mujer, en un mundo masculino dif�cil de
modificar.
Ortega y Gasset, difusor de la obra de Simmel en Espa�a, vuelve atr�s con conceptos
sexistas: "El destino de la mujer es ser respecto del hombre".
9
Ortega y Gassset, paradojalmente fundamenta las diferencias en los procesos culturales,
desde�ando el papel de la biolog�a y considera, desde un determinismo socio cultural
que la ruptura de los esquemas masculino - femenino podr�a ser contraproducentes.
Freud
10
, desde la transculturalidad de la estructura ed�pica, se mostrar� ambiguo ante el
papel que juega la cultura en torno a la diferencia. Marchas y contramarchas en el
transcurso de la obra de Freud respecto a la mujer "ese continente negro": "�qu� quiere
una mujer?":
8
Plat�n, La Rep�blica.
9
Ortega y Gagasset, “El hombre y la gente”, en Obras vol II, capVI.
10
Freud, S "Nouvelles conferences", Par�s Gallimard, 1936
Page 5
Al decir de Lacan
11
: "En cuanto a definir que es el hombre y que es la mujer, el
psicoan�lisis nos muestra muy precisamente que tal cosa es imposible"
Seg�n Paul - Laurent Hassoun, en Freud et la Femme, citado por Francoise Collin
12
, el
psicoan�lisis freudiano ha podido explicar el deseo femenino y no ha podio superar su
impotencia explicativa ante la voluntad de las mujeres, que no coincide con el deseo.
Dos corrientes del Feminismo mantendr�n puntos de partida por dem�s contrapuestos:
el feminismo de la igualdad
y el feminismo de la diferencia. Esencialismo y
constructivismo en las teor�as feministas llevar�n a apoyarse en diversos pensadores:
Lacan, Foucault, Derrida.
De Masculinidad y Masculinidades: modelo hegem�nico y pr�cticas
emergentes
D
esde hace algunos a�os, los Estudios sobre Masculinidad han suscitado cada
vez mayor inter�s por parte de acad�micos/as e investigadores/as en Estudios de
G�nero, por quienes trabajan en los servicios de salud reproductiva, por las Agencias de
Cooperaci�n.
Varias pueden ser las razones que justifican dicho inter�s creciente. Entre ellas
mencionamos:
??
la insuficiencia de los marcos te�ricos explicativos de los
comportamientos de los varones
??
el fracaso de programas de control de la natalidad dirigidos a los
hombres en pa�ses "subdesarrollados"
??
las dificultades en incorporar pautas de autocuidado en lo referente a
la transmisi�n sexual del VIH
??
la mayor visibilidad de los derechos de la mujer
??
la resistencia de los varones a modificar la ideolog�a patriarcal
Por una parte, los Estudios de la Mujer han sido necesarios para describir las
necesidades y las consecuencias de la dominaci�n masculina en la mitad de la especie
humana, pero insuficientes a la hora de generar conocimientos acerca de las relaciones
entre los g�neros.
Por otra, los Estudios de G�nero, han contribuido a explicar muchos de los fen�menos
que hacen a las inequidades entre hombres y mujeres. Buena parte de su producci�n se
ha centrado en analizar la condici�n de la mujer desde esta perspectiva, o los aspectos
relacionales entre mujeres y varones.
11
Lacan, J: Le savoir de l analiste. Entrevistas de Saint Anne, 1971 - 72
12
Collin, Francoise. “Diferencia y diferendo: la cuesti�n de las mujeres en filososf�a”. Historia delas Mujeres. Tomo
V. Editorial Taurus. 1993
Page 6
Los Estudios sobre Masculinidad surgen de diversos lugares: desde la producci�n
te�rica de las intelectuales feministas, de antrop�logos/as que estudian el g�nero en
diversas culturas, de historiadores/as. Se diferencian de los Estudios de la Mujer y de los
Estudios de G�nero, por no contar con un movimiento social paralelo, como ha
sucedido con los estudios y el movimiento de mujeres. Es una producci�n sin militancia
paralela a la cual analizar y/o sustentar con recursos teor�ticos.
Tambi�n debemos distinguir en el marco de los Estudios sobre Masculinidad la
diversidad de expresiones y posicionamientos, existiendo desarrollos que no incorporan
la producci�n feminista como los estudios de Alfred Kinsey (d�cada 50), de Robert Bly
(d�cada 80), de Elisabeth Badinter (d�cada 90), entre otros, los cuales oscilan entre
continuidades, restauraciones (de la “masculinidad perdida”) y rupturas; victimizan o
juzgan a los hombres en lo referente a sus comportamientos; olvidan en algunos casos el
an�lisis de los componentes �tnicos y de clase social.
Uno de los estudios m�s profundos es el Informe Hite sobre Sexualidad Masculina
13
,
que en una minuciosa descripci�n recoge los testimonios de miles de varones
norteamericanos y donde la autora analiza aspectos referidos a la retracci�n emocional,
el comportamiento sexual, las pr�cticas acerca de la paternidad, la influencia de la
crianza, las relaciones en la adolescencia, la identidad sexual, las relaciones entre
varones.
Ya desde el siglo XIX, la creciente problematizaci�n sobre la identidad sexual permite
nuevas aproximaciones ala construcci�n de las masculinidades.
Money, citado por Badinter
14
, afirma que es m�s f�cil "hacer" una mujer que un hombre
El tan citado ba�o cerebral de tetosterona, ha sido una de las modalidades de corporizar
las diferencias " de valor" entre lo femenino y lo masculino.
Stoller
15
en concordancia con el planteo de Money, afirma que los machos, son al inicio
de su vida intrauterina protofemeninos. S�lo cuando la acci�n de la testosterona y otras
hormonas act�en comenzar� la diferenciaci�n, si corresponde por presencia del
cromosoma Y, hacia un feto masculino.
De sus estudios con transexuales masculinos, Stoller tambi�n alertar� acerca de la
simbiosis excesivamente prolongada y sus consecuencias: "la feminidad infiltrando el
n�cleo de la identidad de g�nero" "Esa identidad de g�nero que m�s tard�amente
denominamos masculinidad". Continuando con este autor, "la primera obligaci�n para
un hombre es la de no ser una mujer”.
16
En " Sex Role Pressures in the Socialization of the Male Child" de Ruth Hartley, citada
por Badinter
17
se afirma que "generalmente los machos aprenden lo que no deben ser
13
Hite, S: “Informe Hite sobre la Sexualidad Masculina”, Ediciones Plaza y Jan�s, Edici�n 1994
14
Badinter, E: “XY la Identidad Masculina”, Ediciones Alianza, 1993, citando a J. Money A. Ehrhadt "Man and
Woman; Boy and Girl. The John Hopkins University
15
Stoller, Robert. “Feminit� primaire” en Lexcitation sexuellle. Payot.1984, pags 59 a 82
16
Stoller, Robert. Masculin ou femenin. PUF, 1989, citado por Badinter, E. Ob. Cit.
17
Ob. Cit.
Page 7
para ser masculinos. Muchos ni�os definen de manera muy simple lo que deben ser: lo
que no es femenino"
Badinter
18
, contin�a el pensamiento destacando que "para hacer valer su identidad
masculina deber� convencer a los dem�s de tres cosas: que no es una una mujer, que
no es un beb� y que no es homosexual".
Incorporando la persepectiva de g�nero, Connell
19
analiza la producci�n de las dos
�ltimas d�cadas de Estudios de masculinidad, y aporta:
1 – Existen diversas construcciones del g�nero, dependiendo de las diversas culturas y
momentos hist�ricos, por lo cual existen m�ltiples manifestaciones de la masculinidad,
inclusive en cada cultura.
2 – Existe un ordenamiento jer�rquico de las masculinidades en cada cultura, con un
modelo hegem�nico que opera como veh�culo de poder de g�nero, que puede o no ser la
forma de masculinidad m�s frecuente en dicho contexto
3 – Las instituciones y los grupos, al igual que los individuos generan y sustentan
diferentes formas de masculinidad
4 – Las masculinidades son una construcci�n cultural, producto de la interacci�n social
y generadas a partir de estrategias y recursos disponibles en las propias comunidades.
5- Los distintos tipos de masculinidad no son estados homog�neos, sino contradictorios,
existiendo tensiones entre deseos y pr�cticas
6 – Por el mismo hecho de ser producto de procesos hist�ricos, las masculinidades son
susceptibles de ser reconstruidas, por procesos de g�nero y otras interacciones sociales.
Desde la perspectiva de una nueva sociolog�a del cuerpo propuesta por Connell,
apoyado en Foucault y otros autores, nos aproxima a nuevas formas de entender las
relaciones de g�nero: "La encarnaci�n del g�nero es desde un principio, una
encarnaci�n social. La materialidad del cuerpo masculino tiene importancia no como
modelo de las masculinidades sociales, sino como referente para la configuraci�n de
pr�cticas sociales que han sido definidas como masculinidad".
Connell sostiene que las estructuras del orden de g�nero que explican la encarnaci�n
social de la masculinidad son cuatro:
a-producci�n y divisi�n de trabajo
b-poder
c-catexis
d-simbolizaci�n
Trabajo, violencia, sexualidad cobran sentido a trav�s de un cuerpo vivido como
herramienta con capacidad de modificar, de dominar, de ejercer el poder sobre los otros.
18
Ob. Cit.
19
Connell, Robert. “El imperialismo y el cuerpo de los hombres”, en Masculindades y Equidad de g�nero en Am�rica
Latina. Teresa Vald�s y Jos� Olavarr�a(eds.). Flacso/ Chile - Fondo de Poblaci�n de Naciones Unidas.1998
Page 8
El cuerpo productor de masculinidad, la masculinidad inserta en un cuerpo. La
psicopedagoga argentina Alicia Fern�ndez
20
establece la diferencia entre organismo y
cuerpo, se�alando que mientras que el primero se hereda el segundo se construye. El
organismo referir� al equipo gen�tico – infraestructura neurofisiol�gica de todas las
coordinaciones posibles, mientras que el cuerpo referir� a “una construcci�n realizada
sobre la materia prima que da el organismo, atravesado por la inteligencia y el deseo, en
un momento hist�rico determinado”
La percepci�n del propio cuerpo, el cuerpo modelado por la clase social, por el tipo de
trabajo, por la alimentaci�n configuran espejos de masculinidad: del sobrepeso a la
languidez.
Varios autores refieren que parecen existir diversas masculinidades en cada cultura,
aunque todas remiten hacia un modelo hegem�nico. Nosotros creemos que ese
modelo ser� el eje en torno al cual se definir�n -por identificaci�n o rechazo- las
masculinidades emergentes.
Los varones encuentran rituales de confirmaci�n de su masculinidad, a trav�s de
espacios en los cuales se recrean relaciones homosociales, y que no dejan de generar
ambig�edad en los propios "participantes".
Los deportes "extremos" y los violentos, con sus rituales y s�mbolos configuran
modelos para los espectadores, quienes por el solo hecho de observar recrean actitudes y
comportamientos confirmatorios: el lenguaje, las modalidades de demostrar y transmitir
afectos, la competitividad, las posiciones adoptadas en torno al televisor en un partido
de f�tbol. Las im�genes masculinas del poder est�n asociadas a la dominaci�n.
La violencia masculina es analizada en tres categor�as por Kaufman
21
: hacia s� mismo,
hacia las mujeres, hacia otros hombres. Por otra parte, sostiene que la masculinidad al
ser una construcci�n cultural, la torna fr�gil. En esta direcci�n, analizando los actos de
violencia sexual y dom�stica perpetrados por varones afirma que son una demostraci�n
de la necesidad de confirmaci�n del ser var�n, al mismo tiempo que pr�cticas de
ejercicio de la dominaci�n.
Si bien se ha avanzado en los conocimientos que aportan los Estudios sobre
Masculinidad, a�n persisten los embates desde la Sociobiolog�a y las Ciencias
Biom�dicas en la b�squeda constante de la inscripci�n gen�tica y su correlato en el
ordenamiento social de las relaciones entre los g�neros.
Los modelos disponibles en Am�rica Latina acerca de la/s masculinidad/es remiten a
figuras dominantes desde el poder pol�tico, militar, �tnico y de clase social.
Vicent Marques
22
, aportar� que los varones al nacer reciben dos consignas b�sicas. La
primera afirma: " Ser var�n es ser importante" y la segunda " Debes demostrarlo".
Estas dos consignas transmitidas por toda la cultura, ser�n un referente en la vida de
todo hombre. A�n cuando las posibilidades de aproximarse al ideal marcado por el
20
Fern�ndez, A.: “La sexualidad atrapada de la se�orita maestra”, Ed. Nueva Visi�n, Bs. As., 1992
21
Kaufman, M.: “La construcci�n de la masculinidad y la tr�ada de la violencia masculina”“ en Hombres. Placer,
poder y cambio”, . Ediciones Populares Feministas. Colecci�n Teor�a, 1989.
22
Marques, V y ot..: “Sexualidad y Sexismo”, Editorial Fundaci�n Universidad Empresa, Madrid 1986
Page 9
modelo hegem�nico sea una utop�a. Los varones se sienten, seg�n este autor,
pertenecientes al "colectivo masculino".
Indudablemente, las masculinidades se construyen y se modifican con los avatares
hist�ricos. El modelo hegem�nico de masculinidad produce, en su interacci�n con otras
masculinidades, nuevas interpretaciones sobre lo que significa ser var�n en las culturas
dominadas. En las colonias queda demostrado como el modelo occidental de
masculinidad produce cambios en los comportamientos de los varones dominados. Las
relaciones intrag�nero son confirmatorias del poder del dominador, a la vez que
introyecta un modelo de "ser var�n", que permea a la cultura dominada.
Kimmell
23
, a partir de sus estudios acerca de la constituci�n de las masculinidades en
Estados Unidos, relata:
" En mi investigaci�n hist�rica acerca de la formaci�n de la hombr�a estadounidense
descubr� tres modalidades b�sicas de pruieba. En primer lugar, la hombr�a se pod�a
demostrar convirtiendo al cuerpo en un instrumento y expresi�n de dominio. Desde los
reformistas de salud del siglo XIX, que aconsejaban la abstinencia sexual, pasando por
los deportes del siglo pasado hasta la obsesi�n actual por el desarrollo corporal, los
hombres que parec�an ser rudos y fuertes pod�an trata y aliviar la ansiedad que les
produc�a el hecho que se descubriera que eran blancos y d�biles. En segundo lugar, la
hombr�a pod�a demostrarse yendo al bosque, ingresando al ej�rcito, haci�ndose a la
mar, lugares donde los hombres pod�an demostrar su masculinbidad frente a la
naturaleza y alejados de las influencias feminizantes de la civilizaci�n. Pero la
principal forma en la cual los hombres intentaban demostrar que hab�an tenido �xito en
lograr la masculinidad era mediante la problematizaci�n de otras formas de
masculinidad, el posicionamiento de lo hegem�nico contra lo subalterno, la creaci�n
del otro."
Los patrones de masculinidad se modifican dentro de la propia cultura y en la historia
de cada individuo, lo que no implica necesariamente un cambio en las relaciones
interg�nero: se modifican actitudes hasta hace poco interpretadas como no masculinas,
pero los "trofeos" contin�an siendo las mujeres.
En una experiencia de trabajo en espacios de reflexi�n con adolescentes de sectores
populares sobre su condici�n de mujeres y varones (Montevideo, 1995)
24
hemos
constatado una vez m�s, a trav�s de las actitudes y opiniones de los varones
participantes, que las masculinidades se construyen en varios campos estrechamente
relacionados con el ejercicio del poder:
1) las modalidades de relaci�n hacia las mujeres (dominaci�n y sexismo)
2) las modalidades de relaci�n entre varones (ocupando lugares de subordinaci�n de
clase y al mismo tiempo ocupando lugares supraordinados con relaci�n a las
mujeres en funci�n de su g�nero)
3) La homofobia como elemento constitutivo del modelo hegem�nico de masculinidad.
4) La heterosexualidad como militancia masculina y asociada al dominio y la
violencia.
23
Kimmel, M.: “Desarrollo (de g�nero) del subdesarrollo (de g�nero). La producci�n simult�nea de masculinidades
hegem�nicas y dependientes en Europa y Estados Unidos” en Masculinidades y Equidad de G�nero en Am�rica
Latina, FLACSO - FNUAP, Chile, 1998
24
“Proyecto: “Relaciones de g�nero entre Adolescentes”, IMM (Programa de Adolescentes, IMM). Convenio IEPS –
IMM, 1996/97. Equipo t�cnico: G�ida - L�pez
Page 10
Nos interesa puntualizar someramente algunos elementos de la estrecha relaci�n entre
modelos de masculinidad y pr�cticas sexuales y sus significaciones. Consideramos que
este campo amerita un tratamiento particular que excede las posibilidades de esta
publicaci�n. De todas maneras queremos hacer una breve referencia, apoy�ndonos en
los aportes de la Conferencia sobre Masculinidad convocada por un consorcio de
organismos internacionales, centros acad�micos y grupos de estudio en OXACA
(M�xico, 1998), ya que sintetizan los m�s recientes debates sobre este punto:
“Una caracter�stica central de la masculinidad hegem�nica es la heterosexualidad, la
sexualidad ejercida con el sexo opuesto; un hombre que cumpla con los mandatos
hegem�nicos debe ser heterosexual. La heterosexualidad tambi�n deviene un hecho
natural (Lamas 1995; Lagarde 1992; Kaufman 1995; Rubin 1987; Kimmel 1997;
Connell 1995; Fuller 1997; Ram�rez 1993; Gilmore 1994; Badinter 1993; Vald�s y
Olavarr�a 1998; Olavarr�a et al 1998). La masculinidad hegem�nica asociada a la
sexualidad -heterosexualidad- y al control del poder por los hombres es una
masculinidad que renuncia a lo femenino; valida la homosocialidad -la relaci�n con sus
pares, como la realmente importante- y el persistente escrutinio por parte de los otros
hombres; aprueba la homofobia y sostiene el sexismo y el heterosexismo (Marqu�s
1992; Kimmel 1997; Kaufman 1987).
Las pr�cticas sexuales de los varones significadas desde el modelo hegem�nico de
masculinidad, nos ofrecen un sujeto activo en la b�squeda del placer sexual y
“descentrado” de las decisiones reproductivas. La otra cara de la moneda: el modelo
hegem�nico de feminidad centra a las mujeres en sus roles y funciones reproductivas,
postergando la b�squeda del placer sexual. La incorporaci�n del an�lisis de g�nero en el
campo de la sexualidad y la reproducci�n nos permite enfatizar –entre otros puntos- el
impacto de las inequidades de g�nero, las cuales en conjunci�n con otras inequidades
(de clase, �tnicas) producen grandes barreras en el agenciamiento y ejercicio de mujeres
y varones de los derechos sexuales y derechos reproductivos. Desde nuestra
perspectiva, no es posible hablar de derechos sexuales y reproductivos, sin que esto no
suponga deconstruir y cuestionar los modelos hegem�nicos de masculinidad y
feminidad y la moral sexual (la doble moral sexual) a ellos asociada.
Notas finales y nuevos comienzos…
El modelo hegem�nico de masculinidad tiene la capacidad de absorver de los modelos
alternativos algunos rasgos que le permite el doble juego de transformarse para
consolidar un nuevo modelo, ahora m�s pl�stico pero sustancialmente dominante.
Las masculinidades subordinadas y las masculinidades emergentes pueden a la vez que
ofrecer "alternativas", contribuir a la reafirmaci�n del dominio de un modelo
hegem�nico de masculinidad, quien es capaz de "reciclarse".
El t�rmino "reciclaje" es propuesto por los autores
25
de una investigaci�n sobre la
condici�n del var�n en Montevideo, a mediados de los 90:
25
Corsino, Gomensoro, G�ida, Lutz. Ser var�n en el dos mil. La crisis del modelo tradicional de masculinidad y sus
repercusiones..Edici�n de los autores con auspicio del Fondo de Poblaci�n de Naciones Unidas.1998
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"Es justamente este hurtarse al tema, este soslayar sistem�ticamente su consideraci�n,
este minimizar su importancia, lo que nos lleva a sostener que los varones no estamos
renaciendo a una nueva condici�n, acompa�ando activamente el proceso de
renacimiento femenino, sino que, a pesar de las buenas intenciones expresadas por
muchos de los encuestados, apenas y a contramano, nos estamos reciclando, intentando
"bancar", con el menor costo posible la nueva situaci�n. Es decir, en el mismo
momento que nuestras compa�eras est�n actualizando una verdadera revoluci�n,
pagando por ella los peajes correspondientes, nosotros, los varones, nos conformamos
con aceptar, con suficiente buena disposici�n,t�midas reformas, aplicando la vieja y ya
muy desacreditada receta de cambiar algo para poder lograr que todo quede como
est�"
A m�s alternativas, �mayor presencia del modelo hegem�nico de masculinidad? �Son
realmente las actuales masculinidades no hegem�nicas verdaderas alternativas al
modelo imperante?
La transculturalidad del modelo hegem�nico, en un mundo "globalizado"
puede
implicar la necesidad de estudios transculturales, o estudios acerca de fen�menos
transculturales en los varones: el desempleo, la p�rdida de los derechos laborales, la
sustituci�n de la mano de obra por maquinaria especializada. Algunos estudios al
respecto han mostrado los efectos que en los sectores populares, tienen sobre la
identidad masculina el recluirse en el hogar, a la sombra de la desocupaci�n, mientras
las compa�eras logran mantener sus precarias fuentes laborales.
El modelo hegem�nico de masculinidad en este tiempo hist�rico est� asociada al
modelo econ�mico neoliberal. Sin embargo importa subrayar que tambi�n se han estado
presentado modelos hegem�nicos de masculinidad en las sociedades socialistas y
socialdem�cratas, en las sociedades ind�genas y en la cultura gay.
El cuestionamiento de la masculinaidad hegem�nica supone desmontar mecanismos de
dominaci�n “naturalizados” durante siglos, implica la deconstrucci�n y an�lisis de
formas de producir y reproducir las relaciones afectivas, familiares, econ�micas y
pol�ticas. De all� la invisibilidad y las resistencias individuales, colectivas e
institucionales de un modelo pr�cticamente universal.
Al decir de Connell (16), " las ideolog�as conservadoras y esencialistas consideran
que la encarnaci�n masculina es el l�mite de la pol�tica: la masculinidad, en tanto "
natural" es inmutable. Los estudios analizados aqu� demuestran exactamente lo
contrario: la encarnaci�n masculina pertenece al �mbito de la pol�tica, est� sujeta a
cambios y se ve constantemente afectada por el poder social. Por lo tanto es posible
concebir una pol�tica democr�tica de encarnaci�n masculina, una pol�tica dirigida a
la justicia y la paz sociales"
BIBLIOGRAFIA
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Salud Reproductiva y Sexualidad. Edita CEDES, AEPA, CENEP, Bs. As., 1998
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- Marques, V y ot..: “Sexualidad y Sexismo”, Editorial Fundaci�n Universidad
Empresa, Madrid 1986
Ps.Alejandra L�pez G�mez (alg19@adinet.com.uy)
Dr. Carlos G�ida (cdguida@adinet.com.uy)
Coordinadores
C�tedra Libre Salud Reproductiva, Sexualidad y G�nero (sexrep@psico.edu.uy)
Facultad de Psicolog�a
Universidad de la Rep�blica
A�o 2000

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