Un espacio para la re-flexión y re-construccion del rol masculino.

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domingo, 27 de enero de 2008

¿MASCULINIDAD O MASCULINIDADES?

Masculinidad o masculinidades?
Alfonso Hern�ndez*
* Psic�logo, profesor de la Escuela Normal Superior de Especialidades e
investigador del Centro de Estudios de G�nero (CEG) de la Universidad de
Guadalajara (UdeG).
"Siempre me ha desagradado ser un hombre... incluso la expresi�n ‘�S� hombre!’
me agrede como algo insultante, injurioso. Quiere decir: S� idiota, insensible,
obediente, soldadesco, y deja de pensar. La Masculinidad... una mentira odiosa y
castradora... que es por su propia naturaleza destructiva, emocionalmente
perjudicial y socialmente da�ina".
Paul Therox1
A pesar de que en la �ltima d�cada se ha hablado con m�s frecuencia de la
masculinidad y por supuesto de la feminidad, es decir, del g�nero, se hace
necesario clarificar lo que en este art�culo se entiende por g�nero: es aquello que
diferencia culturalmente a los sexos, es decir lo no biol�gico, sino aquellas pr�cticas
socioculturales que distinguen a los individuos en masculino y femenino; �sto
evitar� la confusi�n de lo que se conoce como "hombr�a" (sexo biol�gico) y lo que
se conoce como masculinidad (g�nero) que es de car�cter hist�rico, socialmente
construido e incorporados ambos factores en forma individual por el sujeto.
Al hablar de lo masculino es indispensable hablar de lo femenino en el sentido
hist�rico, ya que el movimiento feminista, ha influido de una manera s�lida en el
surgimiento de movimientos reivindicadores de la masculinidad, no en el sentido de
movimientos de revancha, sino en el sentido de un aprendizaje, de revelarse a un
modelo �nico de masculinidad impuesto por la ideolog�a predominante y que tanto
ha costado a los hombres en lo individual o agrupados en minor�as, que han tratado
de sacudirse dicho modelo sin renunciar a ser ellos mismos.
La masculinidad, como un estereotipo, va siempre unida a determinadas
cualidades, sobre todo asociadas con la fuerza, la violencia, la agresividad y la idea
de que es necesario estar probando y prob�ndose continuamente que se "es
hombre".
De aqu� que generalmente se aborde al hombre partiendo de dicho estereotipo,
sin embargo, hay nuevas aportaciones a la investigaci�n de los hombres desde la
perspectiva de lo masculino, a partir de caracter�sticas positivas.
�...y las mujeres? Ellas empezaron mucho antes que los hombres a descubrir
que no hay s�lo una forma de ser ellas, que hay diferentes formar de ser mujer,
mientras que los hombres nos qued�bamos asidos, pr�cticamente "agarrados" a
nuestro modelo de "ser hombre", hasta fechas recientes en que se ha admitido y se
ha hecho respetar por otros hombres que tambi�n hay otras formas de "ser" de la
masculinidad que son v�lidas, aunque no correspondan al modelo homof�bico
predominante en la actualidad. Esto se ha aprendido en gran parte de los
movimientos feministas, del feminismo y sus traspi�s, y por supuesto de sus
aciertos, entre otros, el de "atreverse" que es una caracter�stica muy asociada al
g�nero masculino, pero parece que las mujeres la tienen m�s presente a trav�s de
su vida.
Entre los investigadores se ha encontrado la dificultad, de que a pesar de que el
mundo del hombre es el de la esfera p�blica, �ste como sujeto individual no habla
de s�, sino que habla de "los hombres", de los otros, y menos de sus sentimientos;
otros, han encontrado que ahora el hombre2 se ha animado a hablar de s� mismo y
a�n m�s: que se est� revelando a ser ese "superhombre" que corresponde al
modelo, (y por lo tanto deseado e inalcanzable) de "ser atractivo, fuerte,
proveedor, propenso a la violencia y la agresividad, protector de las mujeres, el que
todo lo sabe y todo lo puede"; �sto va de la mano con el concepto de hombre y de
"poder" del que habla Foucault "que establece que donde existe el poder hay
resistencia".3 En este caso se da no s�lo de parte de las mujeres dicha resistencia
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al modelo patriarcal, sino de los propios hombres al ver que ya no es posible llenar
un modelo tan dif�cil de asumir en la �poca actual en que la situaci�n
socioecon�mica y pol�tica ha obligado a la transici�n en los roles de g�nero
asignados.
Pero vayamos a lo que es ser masculino hoy d�a. En este mundo cambiante se
dice que el hombre est� transform�ndose, y que actualmente no s�lo se est� en un
momento de transici�n, sino en una verdadera crisis. M�s a�n, como lo dice K.
Thompson: "la masculinidad no est� en crisis , sino que la masculinidad podr�a no
existir".4
Pero, �c�mo es que puede hacerse esta afirmaci�n? Thompson lo plantea en el
sentido de que "La masculinidad como algo monol�tico (hombr�a) no existe: s�lo
hay masculinidades, muchos modos de ser hombre".5
Estos modos de ser hombre y por lo tanto de masculinidades nos llevan a concluir
que adem�s del modelo predominante "hay tantas formas masculinas de fracasar
como formas masculinas de tener �xito".6
Dentro de estas formas de ser hombre se incluyen los grupos minoritarios que
han surgido a �ltimas fechas, entre otros, los que pudieran llamarse profeministas,
pero que las feministas prefieren llamar "masculinistas"; tambi�n los llamados
"guerreros de fin de semana", los grupos de hombres gays; y por supuesto, los que
proponen y mantienen el modelo predominante de la masculinidad tradicional
(agresividad, fuerza, valent�a, etc.).
El hecho de considerar o partir de que hay s�lo una masculinidad en singular,
nos impide generalmente darnos cuenta de la variedad y gran riqueza de la
experiencia de la masculinidad, ya que cuando uno cae en esta posici�n de se�alar
que s�lo hay una forma de masculinidad se corre el riesgo de volverse
fundamentalista y por lo tanto, caer en la intolerancia. El hecho de juzgar que s�lo
hay una masculinidad y que �sta es la "correcta" nos dejar�a a una gran cantidad
de hombres, (por no decir a la mayor�a) fuera de lo "correcto". Ya se ha visto, que
juzgar al hombre o a la mujer desde esa forma maniquea nos lleva a formas de
discriminaci�n desde las m�s sutiles, hasta las m�s burdas y que van en contra de
los derechos humanos (de hombres y de mujeres). Recu�rdese el caso de algunos
centros de diversi�n y de otro tipo, en los cuales no se permite la entrada a las
personas por no llenar requisitos (gente "bien" o gente "bonita") de feminidad o
masculinidad socialmente impuestos por los grupos hegem�nicos, cayendo as� en el
campo del racismo y la intolerancia a los diferentes, ll�mense �stos: afeminados,
gays, lesbianas, morenos, negros, etc. En fin, grupos minoritarios y no tan
minoritarios como ser�an los pobres.
El caer en ese tipo de absolutismo, tambi�n nos lleva a pensar que entonces
habr�a que considerar que efectivamente s� hay "masculinidades" pero tratadas
desde un punto de vista axiol�gico, de lo que es correcto, "bueno" y de lo que es
"malo"; por lo tanto para los grupos predominantes en tanto que detentan el poder
habr�a s�lo un tipo correcto y por lo tanto "bueno" de masculinidad; los otros,
ser�an incorrectos y "malos", siendo que en la sociedad se dan infinidad de
modelos.
Sin embargo y a pesar de que estamos en una sociedad patriarcal y
homo/lesbof�bica en que el amplio abanico de la masculinidad se ve reducido a s�lo
una opci�n p�blica (la correcta) y a otras clandestinas y/o privadas o solamente
aceptadas por minor�as o peque�os grupos cerrados, tornan muy dif�cil la elecci�n
conciente de pertenecer a un grupo cuyo referente no sea el "correcto" el "normal"
o el "bueno".
Como dice la periodista Cristiane Collange en su libro No es f�cil ser hombre,
"cuando s�lo hay un modelo en el escaparate, la elecci�n es muy sencilla",7 ni
siquiera parece opci�n, ya que no hab�a m�s. Pero ahora se est� viendo en los
j�venes y en algunos no tan j�venes, que se est�n atreviendo a ser diferentes o
neg�ndose a ser como sus padres fueron –ya sea por elecci�n propia o porque no
hab�a m�s opci�n– como en el caso de los hombres actualmente desempleados y
que se ven "obligados" por la situaci�n socioecon�mica a realizar el trabajo
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dom�stico y el cuidado de los hijos. O �quellos que ven "invadido" su campo de
trabajo por las mujeres, que aumentan cada vez m�s los porcentajes de las
obreras, las contadoras, etc., con la consecuencia econ�mica de que en lugar de
que las mujeres obtengan los mismos ingresos por el mismo trabajo, provocan
aparentemente que dicho trabajo desempe�ado por ellas se abarate. As� mismo,
algunos hombres han desafiado a sus grupos familiares y sociales de referencia al
asumir ciertas actividades que usualmente realiza la mujer, sobre todo en el �mbito
de lo dom�stico y en el cuidado de los hijos. Esto se observa en los j�venes
universitarios y otros pertenecientes a la clase media; sin embargo, si �sto se hace
p�blico en su grupo familiar o en otros grupos sociales como en el trabajo, por
ejemplo, hay un efecto de represi�n; entre su grupo de iguales, es m�s aceptado
este tipo de masculinidad. Esto lo plantea Rafael Ram�rez mas claramente cuando
habla de que "los encuentros entre los hombres est�n trabajados por el poder, la
competencia y el conflicto potencial; por supuesto no se excluye la capacidad para
establecer relaciones de compa�erismo, cooperaci�n, lealtad y afectividad, pero
estas ocurren en el marco de las relaciones de poder y significa sobreponerlas al
juego del poder. Desde la ni�ez uno aprende a darse a respetar, a responder a las
agresiones y a defenderse tanto f�sica como verbalmente; a demostrar
invulnerabilidad, valor y control. Crecemos en un ambiente en el que se nos exige
la afirmaci�n constante de esos atributos definitorios de la masculinidad. Las
exigencias de lo masculino son muchas, existen variaciones en la forma de
demostrarlo, que dependen de la clase social, religi�n, grupo de edad, condici�n
f�sica y mental y de los grupos de referencia, como los grupos de trabajo,
instituciones educativas, vecindario y grupos de pares".8
Algunos investigadores –entre ellos Bly–, hablan de una nueva masculinidad en
que se busca lo "profundo masculino";9 es decir, el hombre firme, m�s no duro,
que acepte sus emociones, sentimientos y sufrimientos, que descubra esa riqueza
emocional y esa intensidad espiritual que posee pero que no muestra, porque no se
lo permite ni se le permite, por no corresponder al modelo masculino
predominante.
Esta imagen de la masculinidad, unida a cualidades positivas que propone Bly y
las propuestas por H. Kaje,10 en que invitaba a los hombres a acudir a cosas
distintas a su trabajo o actividad para apoyar su identidad personal y valorarse
mejor a s� mismos, est�n apoyando ahora, a grupos que buscan una nueva
identidad que los lleve al reencuentro de s� mismos.
Otros estudiosos de las masculinidades como Meade11 sostienen que en este
momento nos encontramos al t�rmino de un per�odo hist�rico en que se est�
acabando el dominio establecido por el arquetipo del hombre-rey, (o como dir�a
Elizabeth Badinter12 el hombre-divinidad), y que en este momento, propicio para la
aparici�n de movimientos reivindicadores de lo masculino, se puede llegar a los
excesos; es decir, a la formaci�n de movimientos dogm�ticos e ideol�gicos que
recuerdan en alguna forma al movimiento feminista en sus albores, con aquellas
consignas m�s de tipo m�tico que real de "las mujeres s�, los hombres no".
Por �ltimo, �qu� es lo que pretenden los movimientos reivindicatorios de las
masculinidades actualmente?
No se pretende luchar "contra" las mujeres o el feminismo, ya que no se les ve
como movimientos antag�nicos, sino como grupos coincidentes en cuando menos
dos puntos b�sicos: el de ampliar los conceptos de democracia y de igualdad, y en
el objetivo de tratar de "construir una explicaci�n te�rica que les permita
transformar sus vidas" de una forma menos dolorosa y desde la pr�ctica en lo
cotidiano, para forjarse una nueva identidad, que como hombres les impida seguir
siendo opresores.
Notas
1. Thompson, Keith. Ser Hombre. Ed. Kair�s. Barcelona, 1993. p. 25.
2. Kaufman, Michael. Hombres. Placer poder y cambio. CIPAF. Santo Domingo,
1989.
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3. Ram�rez, Rafael. Dime capit�n. Ediciones Hurac�n. Puerto Rico, 1993. p. 128.
4. Thompson, Keith. Ib�d. p. 11.
5. Ib�d. p. 12.
6. Idem.
7. Collange, Christiane. No es f�cil ser hombre. Sudamericana-Planeta. Argentina,
1986. p. 33.
8. Ram�rez, Rafael. Idem.
9. Thompson, Keith. Ib�d. p. 13.
10. Ib�d. p. 19.
11. Ib�d. p. 20.
12. Badinter, E. �Existe el amor maternal? Paidos-Pomaire. Barcelona, 1981.
Bibliograf�a
BADINTER, Elizabeth. Y la identidad masculina. Alianza Editorial. Madrid, 1993.
__________, �Existe el amor maternal? Historia del amor maternal. Siglos xvii al
xx. Paidos-Pomaire. Barcelona, 1981.
BLY, Robert. Hombres de hierro. Los retos de iniciaci�n masculina del nuevo
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BOURDIEU, Pierre. "La domination masculine", en: Actes de la recherche en
sciences sociales, N� 84. Par�s, 1990.
COLLANGE, Christiane. No es f�cil ser hombre. Sudamericana-Planeta. 1986.
GILMORE, David. Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad.
Paid�s. Barcelona, 1994.
HERN�NDEZ, Alfonso. "La masculinidad, �poder o dolor?", en: La Ventana, revista
del Centro de Estudios de Genero de la Universidad de Guadalajara. Guadalajara,
M�x.
KAUFMAN, Michael. Hombres. Placer, poder y cambio. CIPAF. Santo Domingo,
1989.
__________, "Men, feminism, and men’s contradictory experiences of power", en:
Harry Brod y Michael Kaufman, Theorizing masculinities. Sage Publications.
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KIMMEL, Michael. "La producci�n te�rica sobre la masculinidad: nuevos aportes",
en: Fin de siglo, G�nero y cambio civilizatorio. ISIS Internacional. Chile, 1992.
[Ediciones Las Mujeres, n�m. 17].
________, "Masculinity as homofobia: fear, shame and silence in the construction
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1994.
RAM�REZ, Rafael. Dime capit�n. Ediciones Hurac�n. Puerto Rico, 1993.
THOMPSON, Keith. Ser Hombre. Kair�s. Barcelona, 1993.

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